
[ad_1]
Siempre tiene una sonrisa dibujada en la cara. Ya sea mientras mira el coche desde lejos, cuando está al volante o con un micrófono en la mano. Isidre Esteve (La Seu d’Urgell, 1972) es emoción, pero también calma. Es las ganas de cumplir sueños, de superar retos y de vivir. Esa es su máxima: disfrutar de cada instante, siempre acompañado por los suyos. El piloto de Repsol Honda goza de cada etapa, pese a los obstáculos o los inconvenientes.
Se está terminando la temporada y en el horizonte está el Dakar. ¿Cómo llega a este momento?
El Rally de Marruecos ha sido importante para nosotros porque es la última carrera antes del Dakar, y a nivel deportivo hay las últimas novedades. También vemos el ritmo de carrera en el que estamos, porque aquí están todos los equipos, no todos los efectivos, pero sí todos los equipos. A nosotros nos va muy bien para coger ritmo de carrera y, además, para todas las acciones previas. Estamos bien.
Cuando ha hecho tantas, ¿permanecen los nervios o ya es mucho más rutinario?
No, no. Vaya, cuando empiezo la carrera, no tengo nervios. Tengo muchos más antes, al preparar todo. Siempre te preocupa que no haya algo que no esté bien. Pero, al final, siempre encontramos todas las soluciones, todo avanza. La logística previa a las carreras es lo que más trabajo lleva. Me gusta estar al tanto de todo. Y entonces, cuando empieza la carrera, me digo: «Vale, por fin, ahora vamos a disfrutar de esto». El tema competitivo lo llevo dentro y disfruto.
Y llega el momento de correr.
Es el momento para el que te has preparado. Es tu momento, ¿sabes? No hay nadie más, no hay nada. Es decir: la pista, el coche, ser lo más efectivos posible, la compenetración con Txema [su copiloto], ¿sabes? Empezar algo diferente, sin duda.

Isidre Esteve durante el Rally de Marruecos / Repsol Honda
¿Es más feliz en esos momentos?
No. Soy feliz por estar rodeado de la gente que me quiere. Si además hago lo que me gusta, mejor. Pero no se pueden mezclar las cosas. La competición está muy bien, forma parte de mi vida, pero el equilibrio del día a día también lo aportan otras cosas.
Por eso también es necesario hacer del equipo una familia.
En este sentido, eso forma parte de nuestra vida. Estoy muy contento de tener un equipo a mi alrededor, un equipo pequeño, que nos permite gestionar el día a día de todo. Luego vamos a las carreras y estamos al lado de Toyota, donde tenemos todos los servicios, pero me gusta estar con mi gente, sobre todo porque la compenetración nos hace ir rápido. Yo llego de una etapa y solo con la cara saben qué está pasando. Todos ganamos, todos nos equivocamos y todos disfrutamos de esto. Nos apasiona, ¿sabes? Es un trabajo también, pero si no nos apasionara, no podría ir bien.
Son muchos sacrificios, si no es algo que te mueve…
Son muchos días fuera de casa. No solo son los días que estás en la carrera. Preparar esto durante todo el año lleva mucho trabajo. Todas las pruebas, la gente que llevamos… Detrás de cada mecánico hay una familia. Y hay que encontrar todo el día el equilibrio. Pero intentamos hallarlo.
¿Cómo es la gestión dentro del coche con Txema Villalobos?
Será mi vigésima participación en el Dakar y con Txema llevo nueve años en el coche. Nos entendemos perfectamente. No hay discusiones. Como he estado en moto y sé lo difícil que es la navegación, puedo entender cuando no se encuentra la pista. Entonces, lo que intento hacer es ayudarle a encontrarla. O cuando tenemos un problema mecánico, sé que él es muy bueno. Yo no bajo del coche, abro una botellita de agua para que beba. Pienso que tenemos un buen equilibrio, tanto cuando estamos aquí en el paddock como cuando estamos en el coche compitiendo.
¿Y qué se siente en el desierto?
He estado diez años compitiendo en el antiguo Dakar en África, que hice en moto. Luego pasé a Sudamérica y ahora a Arabia Saudí. El sentimiento con la moto era muy diferente. Con la moto estás solo. Yo siempre digo: tú sales por la mañana en moto y estás diez horas sin hablar con nadie. Solo hablas contigo mismo para ver si encuentras la pista, si el valle es el correcto, te asustas cuando te pierdes, te emocionas cuando ganas… Y es una forma de vivir la carrera. También porque el continente africano tenía unas cosas o unas sensaciones que no tienen otros continentes. Desde que empecé con el coche, lo cogí el primer día y de repente alguien que me habló por el intercomunicador. Era Txema, naturalmente. No estaba acostumbrado, es decir, tenía el ‘roadbook’ en moto y miraba lo que debía hacer. Ahora alguien me explica lo que tengo que hacer. Y fue algo muy, muy nuevo para mí. Y, de hecho, se agradece tener a alguien al lado porque compartes todo. Aquellas diez horas que pasaba sin hablar con nadie, ahora son diez horas que comparto con Txema. Y es una nueva experiencia.
Con tantas cosas, ¿le da tiempo a pensar?
Cuando estoy en las etapas, me concentro en la pista y no miro nada del coche. Mira que hay mil pantallas, pero no me da tiempo. De hecho, una etapa de ocho horas puede pasar relativamente rápido. Estás tan concentrado que haces kilómetros y horas sin darte cuenta. ¿Pero por qué? Porque no tienes tiempo de pensar qué día hace o cómo están en casa. Porque no puedes distraerte ni un momento. Ahora ya se va a un ritmo muy alto y cualquier momento que pierdas la concentración es bastante peligroso.
Vivimos en un mundo donde mantener la concentración en algo más de cinco minutos parece una utopía. Y usted, durante ocho horas, lo consigue. ¿Cómo?
Para estar ocho horas concentrado te tiene que gustar mucho lo que haces. Hay mucha intensidad. No lo sé, es mi trabajo. No sé cómo lo hace una persona para estar ocho horas en una oficina, frente a un ordenador, no sé cómo puede estar allí, y yo no puedo.

Isidre Esteve durante el Rally de Marruecos / Repsol Honda
¿Cómo se prepara a nivel físico para minimizar el cansancio en los brazos?
Es un trabajo de todo el año. Yo, a nivel físico, entreno como cuando iba en moto. Naturalmente, mucho más específico debido a mi lesión. Lídia [Guerrero, su esposa] se encarga del entrenamiento, de la nutrición, de la recuperación, de todo… Hace tantos años que estamos haciendo esto que no nos damos cuenta de la cantidad de tiempo que dedicamos, porque forma parte de nuestra vida. No tenemos que parar a pensar qué tenemos que hacer, tenemos claro lo que debemos hacer y lo hacemos, y además estamos contentos.
Es muy difícil poner el límite entre el trabajo y la vida.
Es muy complicado. Mire, yo el 50% de mi tiempo querría que fuera para las carreras y el 50% para la fundación en este proyecto social que comparto con Lídia. No sé cuánto tiempo dedico a cada cosa, solo sé que estoy todo el día. Es un problema. Sí, es un problema trabajar conjuntamente, no solo con ella, sino con tu pareja, porque no desconectas nunca. Abres el ordenador en casa a las diez de la noche, lees el correo el fin de semana. Ha llegado un momento en que tenemos que autoexigirnos desconectar, porque, si no, no lo hacemos, ¿sabe? Y esto no para y, vaya, la vida es demasiado corta y pasa demasiado rápido. Tenemos que poder gestionar el tiempo.
¿Pesa mucho?
Esa autoexigencia te la llevas a tu día a día. Mi hija me dice: «Ostras, papá, pero todo el día estás trabajando». Y yo digo: «No». Ella dice: «Sí, el ordenador, las carreras, el teléfono, estamos comiendo y hablamos de carreras y de la fundación. No hablamos de la excursión que hemos hecho». Y eso es algo que mi hija tiene razón.
Para desconectar, ¿cómo son tus vacaciones?
No me voy de vacaciones por periodos largos, ni viajo mucho porque las carreras ya hacen que viaje mucho. Intentamos desconectar por días. Cuatro días aquí, cinco allá…
Al final, hacer vacaciones es estar en casa.
Es estar tranquilo, sí. Estar de vacaciones es estar tranquilo.
[ad_2]