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Nhoa Urrestilla (Barcelona, 1991) fue bailarina de Rosalía, es modelo, licenciada en económicas y se ha convertido en una de las claves del éxito de Lapso studios. La catalana es una de las ‘head coaches’ más queridas de los centros boutique de ‘indoor cycling’ y barre’ que están triunfando en Barcelona y ha imprimido en sus clases la pasión por la danza que lleva en la sangre.
Tiene una personalidad fuerte, irradia buena energía, y casi siempre lleva puesta una gran sonrisa, porque a pesar de parecer perfecta, es humana. “El primer día de ‘cycling’ me fui llorando a casa. Pensé, ¿dónde me he metido? Pero todo lo que me incomoda a la vez me motiva, y me metí de lleno”, recuerda Nhoa, que es también instructora de ‘barre’ en el centro. “Cuando sintonicé con el ‘cycling’ fue cuando me di cuenta de que no solo se pedalea al ritmo de la música, no es solo ambiental. La clase tiene momentos de interiorización, de fuerza, de sentirte viva. Era estar en casa”, explica.
Por eso, considera que el ‘cycling’ va más allá del ‘spinning’. “Cuando me llegó la propuesta de Lapso, fui un poco escéptica. Nunca me han gustado los gimnasios. Me muevo porque para mí es arte. Hacerlo solo por el físico no va conmigo”, explica la instructora. “Aquí no vienes a hacer deporte, vienes a poner el foco en ti. A sentirte mejor y no a poner las piernas más fuertes, que también, obviamente, es una consecuencia, pero no es lo principal”, afirma.
Para Nhoa, las redes sociales han contribuido a enfermar la relación que tenemos con el deporte. “En Instagram vemos mucho el entrenamiento del ‘qué bien me siento’, falta grabarse más los días que entras en clase hecha una mierda o que no consigues conectar. Esas clases también cuentan. Y mucho”, afirma la bailarina. “Tenemos que dejar atrás el concepto de hacer deporte para adelgazar, es una forma de quererse también. Querer adelgazar es un objetivo legítimo y está bien tenerlo, pero ha de ser desde el amor, no desde el castigo. Cuando cambias tu discurso contigo mismo y te alineas, la pérdida de peso termina llegando”, zanja.

Nhoa Urrestilla, exbailarina de Rosalía y profesora de ‘cycling’ en Lapso Studios. / Ferran Nadeu
Del baile urbano al contemporáneo
“Siempre he sido bailarina. Toda mi vida. Empecé en la calle con mis amigas y un radiocasete y me buscaba la vida para poder ir pagando las clases de baile”, explica la artista de Ciutat Meridiana. Antes de Lapso, formó parte del equipo de bailarinas de Rosalía entre muchos otros proyectos. “Cuando fui al casting no sabía quién era. La oí cantar, la conocí y me involucré sin pensarlo en el proyecto. Conectamos. Actuamos en el Sónar y de ahí todo fue para arriba. Entonces no era tan conocida”, rememora. “Todo el mundo me pregunta por esto y siempre tengo que hacer el ejercicio de decir: ‘eh, espera, es que sí, ¡estuve ahí!’. Lo viví tan natural y orgánico, desde los inicios, que no era consciente de lo que significaba”, afirma.
Nhoa empezó en la danza urbana, pero tras volver de Dublín donde terminó su carrera de ADE, se dio cuenta de que no terminaba de llenarle ese estilo y probó el contemporáneo. “Me enamoré. El contemporáneo es libertad absoluta. Encontrar tu propio movimiento. Llevaba toda la vida copiando coreografías y allí descubrí que yo tenía mi propio lenguaje. Al principio es muy jodido, te quedas mirando la pared pensando ¿qué hago? luego empiezas a moverte y te das cuenta de que las reglas las pones tú”, explica la bailarina.
“El contemporáneo acabó siendo mi espacio porque además es revolucionario, como yo (ríe). Nació en contraposición al ballet, de bailarinas que se hartaron de bailar erguidas y llevar los pies aprisionados. Buscaban libertad de movimiento, mover el torso y bailar en el suelo”, explica. Ahora, en sus clases de ‘barre’ combina movimientos de distintas disciplinas con ejercicios más funcionales que siempre son fieles a su estilo personal.
Nhoa siempre ha buscado su propio camino, tanto en la danza como en la vida. Estudió económicas para hacer feliz a su madre pero nunca dejó de lado su pasión por la danza. «Fui la primera de la familia en ir a la universidad, pero elegí económicas porque los números me son muy fáciles y así tenía tiempo para seguir bailando”, explica. “Además, venía de estar en un grupo ‘punky’ de cinco chicas que éramos bastante antisociales y anticapitalistas, y me metí a económicas para aprender bien lo que criticaba”, afirma divertida. “Siempre he hecho lo que me ha movido por dentro, no me he condicionado por el dinero. En Dublín, por ejemplo, tuve una entrevista para trabajar en Google que me coincidía con otra entrevista para hacer un voluntariado en una galería de arte. Elegí la segunda”, recuerda.
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