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Y Messi no viene. No viene Leo a la gala del Liceo que festeja el 125 aniversario del Barça, un club donde las estrellas no tienen una cohabitación fácil. Sus salidas todavía son aún más dramáticas. No es algo que sucede ahora cuando lleva más de un siglo de vida sino que se ha prolongado, como si un invisible hilo lo uniera, durante generaciones y generaciones.
Va de sus inicios (Josep Samitier) hasta este provisional final sintetizado en la figura del genio argentino, el hombre más importante de la historia de la entidad junto a Johan Cruyff, que también salió de mala manera como entrenador.

Messi, el dia de su debut con el Barça en Montjuïc (2004). / Paco Largo
Él y Messi, las dos figuras con más influencia ideológica y deportiva -no se entiende el Barça sin ellos- simbolizan también esa historia de desamor con un club autodestructivo que se lleva por delante a sus mitos. Pero no son los únicos.
En el desencuentro con Messi, que ha participado en los actos previos a la gala, pero evita por ahora la foto con Joan Laporta, el presidente que firmó su despedida del Camp Nou, quedan sintetizados todos los históricos problemas que han perseguido a los grandes ídolos desde que Hans Gamper fundó al club.
Hace ya tres años y medio que se marchó en pleno agosto cuando vino de Ibiza dispuesto a firmar su renovación y se encontró con la puerta abierta para irse camino de París.
Enfrentado a Bartomeu, enemistado con Laporta
Acababan así unos meses tempestuosos donde el astro se enfrentó a un presidente (Josep Maria Bartomeu) para abandonar el club enviándole incluso un burofax (agosto 2020) comunicándole su irrevocable decisión de salir del Camp Nou. Lo retuvieron en contra de su voluntad.
«El Barça es maravilloso. A los culés les digo que es. un orgullo haber formado parte de la historia de este club», ha confesado desde Miami el astro argentino a TV-3.
Y cuando quiso quedarse, un año después (agosto 2021), «Leo Messi no seguirá ligado al Barcelona, a pesar de haber llegado a un acuerdo y con la intención de firmar un nuevo contrato, no se podrá formalizar debido a obstáculos económicos y estructurales (normativa de LaLiga española)», según informó la entidad en un frío comunicado de apenas nueve líneas emitido a las 19.33 h de ese jueves en el que se enterraron 20 años de amor y compromiso mutuo.
Messi se marchó. Y aún no ha vuelto al Barça. Su corazón, sí. Sus gestos, también. Pero ni se despidió del Camp Nou. Quiere volver a la ciudad, a la que no dejó de añorar, especialmente en sus complejos meses iniciales en la desconocida París donde nunca se sintió como en su casa de Castelldefels.
«Extraño mucho el club, la ciudad, la gente, el cariño y, ojalá, no siga yendo bien. El plan es volver. Yo llegué con 13 años al Barça y he vivido más tiempo en La Masia que en Argentina. Es un maravilloso club»
En Miami está de maravilla, junto a Luis Suárez, Sergio Busquets y Jordi Alba, pero nada es comparable con Barcelona. No deja de emocionarse cada vez que le hablan del Barça, pero mantiene las distancias con Laporta, cuyos intentos de reconciliación no han fructificado. La herida no está cerrada. Falta saber, sin embargo, si algún día se cerrará de verdad entre ambos.
«Extraño mucho el club, la ciudad, la gente, el cariño y, ojalá, no siga yendo bien. El plan es volver. Yo llegué con 13 años al Barça y he vivido más tiempo en La Masia que en Argentina. La Masia me formó como jugador y como persona», ha declarado el delantero al programa ‘El Nou Clam’ de TV-3. «Tuve la suerte de que Dios me llevó hasta ese lugar y me hizo pasar toda mi vida en ese maravilloso club. Un club especial. Es un orgullo», le contó Messi a David Carabén, presentador de la serie televisiva y comisionado del 125 aniversario de la entidad azulgrana.
Samitier se fue al Madrid
Messi se marchó a París. Y no hizo como Pepe Samitier, uno de los primeros grandes ídolos de la historia azulgrana, el mito de la década de los 20 del siglo pasado que hizo pequeño el campo de la calle Industria obligando a construir Les Corts, que se marchó enojado al Madrid.
Recibió la baja del Barça 24 horas antes de un duelo con el Madrid. El club estaba en una grave crisis económica y se desprendía de él. Era enero de 1933.
En marzo de ese mismo año, Samitier era clave en la victoria blanca sobre el Barça de Jack Greenwell (2-1). Dos goles anotó (m. 35 y m. 68) para abrir el camino de la Liga al conjunto madridista.

Samitier, en una jugada acrobática con el Barça. / Archivo
Tras más de una década como símbolo del Barça -era el ‘Hombre Langosta’, calificado así por sus increíbles saltos- que comenzaba a caminar acabó dos años con la zamarra blanca. Fue luego secretario técnico en el club azulgrana, suyo fue el fichaje de Kubala que dio origen al ‘Barça de las cinco Copas’. Y también ejerció ese mismo rol en el Madrid.

Kubala, en su despedida como jugador del Barça. / Archivo
Leo se fue a París. No hizo tampoco como Kubala, el genio que convirtió Les Corts en un diminuto e insuficiente estadio, obligando a levantar el gigantesco Camp Nou en la década de los 50. Él eligió una manera más cercana de devolver la ingratitud que sentía del Barça, el club que lo rescató de la Europa del Este.
Escogió irse al Espanyol y vestir la camiseta blanquiazul justo cuando se había ofrecido al club azulgrana para ser entrenador-jugador en una época convulsa a inicios de los 60.
Pero Enric Llaudet, el presidente de aquella época, se negó y eso provocó una inesperada y traumática marcha a Sarria (septiembre de 1963) donde, con 34 años, llegaba un jugador castigado por las lesiones, habiendo superado una enfermedad de tuberculosis que casi le arranca el balón de los pies y el desgaste en sus huesos, producto de más de una década levantando al culé de sus asientos.

Luis Suárez, en un partido con el Barça. / FCBARCELONA
Samitier, Kubala, Luis Suárez, el único Balón de Oro español de la historia del Barça que se fue al Inter (1961) tras perder la final de la Copa de Europa en Berna, la de los postes cuadrados, dejando, eso sí, 25 millones de pesetas -una fortuna entonces- para pagar una de las tribunas del nuevo Camp Nou.
Luego, Maradona (1984), con sus 700 días y 700 noches en Barcelona, después Schuster, y aquel avión privado fletado para huir de Sevilla con el Steaua de Bucarest aún besando asombrado la Copa de Europa (1986).

Schuster y Maradona, en el Camp Nou. / Archivo
Hasta Cruyff, el entrenador que cambió al club para siempre, siendo despedido (mayo 1996) tras crear, como recordó Guardiola, «la Capilla Sixtina» construyendo el ‘Dream Team’, el origen de todo lo que sucedió después, acabó siendo echado horas antes de la penúltima jornada de Liga enfrentado como estaba a Núñez. Lo estuvo desde el día uno. Y ese matrimonio de conveniencia duró hasta ocho largos años. Curiosamente, no existe relación tan duradera entre presidente y entrenador en la historia del club.
Y Messi no ha escapado a esa tradición que perdura con el paso del tiempo. Ni el mejor jugador del Barça desde que Gamper se reunió con un grupo de amigos en 1899 ha tenido el final deseado.
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