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El Pontífice aseguró que “todos pasamos por pruebas que nos generan tristeza, porque la vida nos hace concebir sueños que luego se hacen añicos” y señaló que “en esta situación, algunos, tras un tiempo de agitación, se apoyan en la esperanza; pero otros se revuelcan en la melancolía”.
“Ciertas tristezas prolongadas, en las que una persona sigue engrandeciendo el vacío de quien ya no está, no son propias de la vida en el Espíritu”, advirtió el Papa Francisco, quien explicó este tipo de sentimiento como “el placer del no-placer”.
En esta línea, destacó que “ciertas amarguras resentidas, en las que una persona tiene siempre en mente una reivindicación que le hace adoptar el disfraz de víctima, no producen en nosotros una vida sana, y menos aún cristiana”.
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