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Lamine Yamal, durante la derrota del Barça ante el Leganés en Montjuïc. / Efe
Un desfallecimiento mental y físico colectivo, una presión nueva en jugadores no bregados en la máxima exigencia, un entrenador castigado de manera vergonzante por los de siempre, unas decisiones arbitrales que ya superan la fase de la sospecha para instalarse directamente en la de la indecencia… Están pasando muchas cosas, todas poco deseables, y todas provocan la desestabilización del juego, de la identidad, del resultado y finalmente del propio club.
El Barça ha pasado de vivir instalado en el talento, la singularidad y una efectividad que pocos, por no decir nadie, sabía argumentar, a hacerlo en una montaña rusa donde igual estamos arriba como caemos en picado para volver, casi instantáneamente, a alzar el vuelo. Un sube y baja psicopático y frenético que, de no ponerle un final inmediato, puede acabar descomponiendo lo que tan tenazmente Flick había construido desde el inicio de la temporada.
El sendero lleva al éxito
Y en esta nueva e inesperada situación, un dato real que lleva semanas martilleándome: Lamine Yamal ha perdido la sonrisa. Tal vez este dato les parezca banal, y en realidad, créanme, es lo que daba sentido a todo lo que vivíamos. ¿Qué sentido tendría el mundo de la pintura sin la sonrisa de Lisa Gherardini, ‘la Gioconda’? ¿Hubiese explotado el Pop art de Andy Warhol de no haber plasmado la «sobradísima» sonrisa de Marilyn Monroe? ¿Qué hubiese sido de Julia Roberts sin su perfecta, gigantesca, preciosa y precisa sonrisa solo comparable a la sonrisa embriagadora y racial de Halle Bailey?
Hay sonrisas que dibujan por sí solas el sendero que va directo al éxito y al triunfo, y Lamine Yamal, con la sonrisa más ilusionante del futbol contemporáneo, y lesiones al margen, lleva tiempo, mucho tiempo, sin sonreír. No se cuál es el motivo, no sé ni qué, ni quién, ni por qué Lamine ha ensombrecido sus labios, pero sé que el día que recobre esa sonrisa que descubrimos en la Eurocopa, el Barça volverá a ser imparable. Flick, te lo ruego, vuélvele a dibujar sus labios, en ellos está nuestra felicidad…
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